Thomas Doty – Cuentista

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Cuentos en español  |  Traducido por Kris Kibbee


Vienen juntos al mundo el sol y las historias

En las noches más oscuras del año, la gente cuenta esta historia.

Hace mucho tiempo, había una temporada en que las personas que vivían aquí junto al río no tenían ninguna luz del sol. No había ningún sol. La gente vivía en un pueblo frío y oscuro, tan frío que era difícil mantenerse caliente, tan oscura que era difícil encontrar comida. Ellos no podían ver nada. Ellos no podían ver las montañas y lagos, ni los ríos y bosques. Aunque ellos caminaban una larga distancia río abajo, no podían ver el mar. Y porque no podían ver a estos lugares, las personas no tenían historias de ellos. Pero la gente era inteligente. La gente siempre ha sido inteligente. Sabía que estos lugares estaban ahí. Olía la sal del océano. Escuchaba el viento en los árboles de los bosques. Escuchaba el murmullo de los arroyos por las montañas. Pero la gente no tenía historias y la gente no tenía ninguna luz del sol.

Se reunió un día el pueblo en su lugar frío, oscuro y alguien dijo, —Debemos tener la luz del sol—. Alguien dijo, —Jmmmmm, buena idea—. Algún compañero gruñón dijo, —Es muy bueno hablar, pero ¿quién va a ser el sol?

Nadie se ofreció inmediatamente. No es un trabajo fácil ser el sol. Nadie, que es, excepto Grajo. Señor Grajo, un ave grande y negra. Grajo, quien estima tanto a sí mismo. Cuando Grajo oyó la gente preguntar por el sol, señaló a su propia cara tonta y respondió, — ¡Grajo será el sol, por supuesto! ¡Jaaaaa! ¡Graaaaajo!

Se imaginó a sí mismo con engreimiento, amaneciendo y anocheciendo, amaneciendo y anocheciendo, sus alas negras cubriendo el pueblo. Él sería dueño de la luz. Nadie vería nada en la tierra o en el cielo sin la presencia de Grajo, el maestro del sol.

Él se levantó de la noche profunda. Agitó sus alas zarrapastrosas, les aleteo una y otra vez. Pero no vino la luz. Días fueron sombreados con el atardecer. Los bosques eran profundos y oscuros. El río era una estanque negra sin fondo. La gente gimió, —Sal del cielo, pájaro tonto. ¡Eres demasiado negro!

Se reunió la gente otra vez en su pueblo frío, oscuro y dijo el uno al otro, —Algún otro debe ser el sol.

Halcón chilló con su voz estridente, — ¡Seré el sol!

Él se imaginó elevándose más alto de que nadie había ido nunca. Él haría que la gente fuera tan pequeña que ya no serían personas. Él sería sí mismo en el techo del cielo, más alto que el viento podría subir. Él sería tan enorme y brillante que su sombra sería la única sombra. No importaría nadie más.

Mientras que se levantó de la noche, él se llenó el cielo. El aire se volvió brillante mientras que se remontó, brillante mientras que se subió a la altura del mediodía. Sus alas eran demasiado brillantes para ver. Gritó mientras que brilló y extendió sus garras para alcanzar más luz. La gente entrecerró los ojos y gritó, — ¡Eres demasiado brillante! ¡No podemos ver nada! ¡Ve a otro lugar, Halcón egoísta!

Las personas eran deprimidas. Estaban cansados y fríos. Ellos se reunieron otra vez y dijeron, —Alguien debe ser el sol.

Había Coyote. Señor Coyote quien también piensa mucho de sí mismo. Cuando Coyote escuchó la gente pedir a alguien que sea el sol, él aullaba dentro de sí mismo, — ¡Coyoteee! ¡Jejejejejeeeee! ¡Coyoooooteeeee!

Él se imaginaba bailando su danza de perro mientras saltaba sobre la gente, engañándola, asustándola, enviándola zambullendo en la tierra congelada. No habría ningún escape de los trucos de este tramposo superior. En un instante cambió sus pensamientos del hielo al fuego y aullaba de deleite con su nuevo plan.

Él se levantó de las profundidades de la oscuridad. Corrió más rápido que un relámpago a través del pueblo, demasiado rápido para ver, tan rápido que dejó una estela de calor detrás de él. Él saltó más alto y su rastro se volvió más caliente. Escupió fuego y la noche se convirtió en un día caloroso que chamuscó y quemó.

La gente se deslizó en su propio sudor. Sus pulmones eran crudos con calor y humo. ¡Se sumergió en el río!

— ¡Está cocinando a todo! ¡Sal del cielo, Coyote cabeza caliente!

La gente reunió una última vez en su pueblo frío, oscuro, temblando de frío en el borde de la desesperación. Murmuró, —Estamos desahuciados. Ningún sol llegará a nuestro pueblo.

Pero susurraba Serpiente, —Tuve un sueño que yo era el sol.

Grajo y Halcón y Coyote se burlaban de él. Ellos dijeron, —No puedes correr ni saltar. No puedes chillar ni ladrar. No puedes quemar, dar brillo ni incluso descongelar la tierra congelada. ¿Cómo puede un Serpiente invertebrado ser el sol?

Habló suavemente Serpiente. —Por saber que sí puedo, por soñar que sí puedo.

Mientras se levantó de la noche, él agarró su rabo en la boca e hizo un círculo. Y despacio, muy despacio, él derramó su piel y suavemente hizo el amanecer, todo rojo y naranja. Derramó su piel otra vez y el mediodía estaba lleno de cielo azul. Otra piel hizo una hermosa puesta de sol con más colores que la gente había imaginado. Y por la noche, cuando volvió la oscuridad, serpiente derramó una piel más. Observaba desde una distancia mientras la gente dormía en sus casas. El pueblo soñaba con Serpiente levantándose otra vez en el amanecer, y cuando volvió Serpiente, comenzó un nuevo día.

Ese fue el día que vino la luz del sol a la gente.

¡La gente podía ver! Vieron las montañas y lagos, el río y los bosques. Vieron el mar. El pueblo hizo historias maravillosas sobre estos lugares, lugares que serían muy importantes para ellos durante miles de años.

Fue el comienzo de las historias. Los Ancianos nos pasaron esta historia y esto es cómo nosotros la hemos contado por mucho, mucho tiempo.